Ya casi a un paso de las votaciones les voy a contar cuáles son los 4 principios que faltan y, como les dije, me guían en el momento de tomar decisiones importantes.
Diálogo por sobre la confrontación. Quien diría que este tiempo aún los hombres no hemos logrado aprender este principio tan básico. Dialogar, o sea, intercambiar ideas, opiniones, sentimientos, vivencias sin confrontar, imponer, dividir, ofenderse, negar o vituperar.
Si los niños pueden hacerlo por qué los adultos dejamos de intentarlo. Si ellos disfrutan las diferencias, las integran a su vida ¿qué impide que eso sea una realidad en la nuestra? Tal vez nuestro pequeño ego, ese que siempre cree saberlo todo y está tan sobrevaluado que impide que alguien más ocupe un espacio.
Solidaridad por sobre el egoísmo. Se es solidario cuando, a través de un corazón activo, entregamos lo que tenemos, cuando llegamos a comprender que estamos unidos por hilos invisibles que entremezclan nuestras vidas a la de todos los seres y que está en nuestra manos la posibilidad de provocar una gran transformación. El egoísta en cambio es un sujeto vacío, que aun no ha descubierto esta verdad y vive sufriendo porque deposita todo su valor en el tener y en el miedo a perder. Generando una triste y desperdiciada vida. Ni hablar si posee poder porque además malogra la de muchos.
Humildad por sobre la soberbia. Nuevamente el fantasma del pequeño yo tomando o no las riendas de nuestro destino. Ser humildes es una virtud pregonada por Jesús, que nos posibilita entrar en el Reino de los Cielos, en nuestro lenguaje teosófico sería volver a vincularnos con lo más puro de nuestro ser. El humilde sabe que en esta tierra, no importa el rango social o político que envista, es un trabajador más que genera Luz o sombras según las decisiones que tome.
Tolerancia por sobre el autoritarismo. Puede ser tolerante sólo aquel que ha comprendido la trascendencia del camino que recorre, lo que cuesta realizar esta tarea, que es consciente de sus miedos e impedimentos y que, en base a todo esto, jamás apresuraría o intentaría dirigir los procesos de otros.
El autoritarismo, por el contrario, nos marca el sendero de un ser que poco hace por sí mismo y todo lo quiere recibir de los demás: el valor, la obediencia, la autoestima. Alguien que sólo consigue las cosas en base a gritos, insultos, amenazas o difundiendo miedo. Pero sepamos que en el fondo, su gran conflicto es que nunca dominará su vida, porque tiene miedo y el gran armamento que expone a nivel familiar, social o político no es más que una gran mentira que ni el mismo cree.
Para dialogar, solidarizarnos, ser humildes o tolerantes es imprescindible que maduremos, que caminemos con los pies firmes hacia nuestros propósitos sin obligar a nadie a que nos siga ni permitir que nadie nos arrastre. Cuando nos convertimos en el eje de nuestra existencia, porque nos hemos tomado el trabajo de conocernos, aceptarnos y buscar los cambios necesarios que contribuyan a nuestro crecimiento y al bienestar de quienes nos rodean, pocos hombres serán capaces de confundirnos con sus discursos o embriagarnos con sus promesas porque al igual que en nuestra vida sólo reconoceremos la verdad a través de sus acciones.