La semana pasada me puso muy feliz recibir dentro de los comentarios del blog un regalo. Venía de una de las personas que me acompañan en este desafío que es comunicar mis ideas a través de este espacio. De un ser con el que, al igual que con ustedes, estamos conectados sin conocernos pero compartiendo un mismo camino de crecimiento. Edgardo de manera muy generosa me obsequió un cuento que había escrito y que quiero compartirlo por dos razones: primero porque es especial para reflexionar en este tiempo sagrado de la navidad y segundo porque amo alentar a todos aquellos seres que deciden abrir su corazón al mundo y dejar salir las potencias que estaban dormidas, pudiendo ayudar a que otros también despierten. Los dejo en compañía de:
El Pesebre de Navidad
«Hace unos días regresaba cansado y enojado de una obra que estamos haciendo para el turquito David en Catamarca. Una anciana de aspecto campesino parada al lado de la ruta estiró la mano en claro pedido que la llevara. No reparé mucho en la mujer, mi mente seguía procesando situaciones del trabajo, sin embargo por reflejo giré el volante y frené justo para que subiera. Recién ahí me percaté de mi error pero ya era tarde. Accedí con una sonrisa forzada a llevarla hasta un caserío pasando La Cocha. La ropa y la piel tenían el aspecto gastado y curtido que dan los años y el trabajo de campo, su fuerte olor a humo y a animales fueron un shock para mis glándulas olfativas, que pararon la respiración apenas empezaba a inspirar. Bajé las ventanillas mientras me ordenaba mentalmente controlarme y no emitir gestos ni palabras de rechazo.
La charla me sacaba obligatoriamente de mis pensamientos. Primero que el calor de la mañana; después que la pasó visitando a su hija pero necesitaba volver a su rancho, a sus animales, a sus plantas; luego lo rápido que se fueron los días, que se va el año, que se irá la vida. Terminamos hablando de las fiestas de fin de año.
–En Navidad Jesús viene a nacer en el corazón de cada uno de nosotros (me dijo seria y convencidas de sus palabras)
–Ahá (le respondí para no contrariarla)
–¿Sabes qué es el pesebre? (preguntó en tono suave)
–Ahá. Es el conjunto de imágenes formadas por María, José, el niño Jesús, los ángeles, los reyes…
–¡No! (dijo algo molesta) El pesebre es el lugar físico, el establo.
–Ahá (respondí con poco interés mientras quería concentrarme en el manejo y recordar las circunstancias del trabajo)
Cada tanto el aire dentro del vehículo hacia rulos alrededor de la mujer haciéndose maloliente, turbio, sólido como un puño que empujaba mi rostro hacia la ventanilla en busca de viento limpio.
–¿Y qué hay en el pesebre? (preguntó firme, como exigiendo una respuesta)
–Pasto, troncos, vacas, gallinas, ovejas, chanchos, caballos… (viendo que no podría librarme de la conversación seguí nombrando elementos y animales que pudieran haber en un establo de campo)… arado, hachas, cueros…
–Muy bien (dijo moviendo su cabeza en signo de aprobación) Allí se guarda lo más importante de la granja. ¿Y qué olores hay ahí? (volvió a su tono autoritario)
–Olor a pasto, a madera (en el acto vinieron a mi mente el establo con sus cosas y olores), olor a orín y bosta de animales, hay ratas, murciélagos, cucarachas (olía y observaba nitidamente a los habitantes del establo)…hormigas, arañas, moscas…
–¡Ahí viene Jesús a nacer! (me interrumpió secamente). Hijo, ese pesebre es nuestro corazón, lleno de suciedades y desechos que son las imperfecciones, maldades o bajezas, pero también lleno de los animales que dan trascendencia, vida y espíritu a la granja y lleno de herramientas que son dones y virtudes con las que forjarás tu destino y bolsas de granos almacenadas para el futuro que son tu fe y esperanza.
Iba a responderle cuando me ordena estacionar.
–Gracias por traerme hijo, aquí me bajo. Detrás de aquella arboleda está mi rancho. No olvides de preparar tu corazón para la llegada del Niño Dios. Ordena y limpia ese establo hijo, Él merece nacer en lo mejor de ti. Dios te bendiga (se alejó despacio sin darme tiempo de decir nada)
Por el resto del viaje no pude salir de ese pensamiento. «Nuestro corazón es el establo donde nace el niño Jesús»
Llegué a casa con otro ánimo, decidido a preparar mi corazón para la llegada del niño Dios. Antes de bajar de la camioneta cerré los ojos y aspiré profundo del olor con que aquella anciana había impregnado la cabina. Me supo al exquisito aroma de un establo limpio y ordenado»
¿No es hermoso? Mi idea es compartirlo con mi familia en la Noche Buena, para que todos juntos unamos nuestros corazones esperando la llegada del Niño. Pero el trabajo para limpiar el pesebre es individual, debe comenzar ahora mismo y continuar durante el resto de vida que nos quede por vivir. No dejemos que las sombras velen la maravillosa Luz que habita en nuestro interior. Feliz martes para tod@s!!
Hermoso muy profundo, gracias por compartir