Más sabiduría para quien sepa oír, reflexionar y accionar en consecuencia.
«Debéis precaveros de ciertos pequeños deseos que son comunes en la vida diaria. No deséis jamás brillar o parecer superior en ningún sentido; no habléis mucho. Es mejor hablar poco, es mejor todavía callar, hasta que estéis seguros de lo que vais a decir es verdadero, bueno y puede ayudar a otros. Antes de hablar, pensad cuidadosamente si lo que vais a decir posee estas tres cualidades; si no es así, no lo digáis.
…Mucha habladuría vulgar es insensata y vana: cuando es chismosa, es maligna. Así, acostumbraos a escuchar, mejor que a hablar, no expongáis opiniones a menos que os las pidan directamente. En resumen, las cualidades son: saber oír, querer y callar, y la última es la más ardua de todas.
Otro común deseo que debéis reprimir severamente es el de inmiscuiros en los asuntos de los demás. Lo que el otro haga o diga o crea no es cosa vuestra y debéis aprender a dejarlo completamente solo. Él tiene perfecto derecho al pensamiento, palabra y acción libre, mientras no se meta con otro. Así como vosotros reclamáis la libertad de hacer lo más conveniente, debéis conceder la misma libertad…
…ocuparos de vuestros propios asuntos y ejercitad la virtud del silencio»
Es realmente maravilloso como palabras tan simples pueden enseñarnos a vivir libremente y a dejar vivir a otros.
Doy fe que cuando uno se ocupa de sí mismo, de los aciertos y desaciertos, de transformar los sueños en propósitos, dándole un valor inconmensurable al presente, como única posibilidad de cambio y mejoramiento personal, el vínculo que nos une a las personas se vuelve auténtico, sano y de mutua libertad.