Ha comenzado el último mes que trae, de una manera vertiginosa, el llamado presuroso de nuestra atención al darnos cuenta de que todo lo que habíamos planeado no ha llegado a concretarse a lo largo del año.
Se produce la señal de alerta…
Es así como las dietas o los planes de inscribirse para aprender desde tejido hasta cómo usar una computadora se ven colapsados por el poco tiempo que queda para concretarlos.
Nos desesperamos, nos deprimimos, empezamos a buscar culpables para, de alguna manera, zafar de hacernos cargo. Pero en el fondo si nos sinceramos vamos a reconocer que somos los únicos responsables.
Si poseemos una personalidad inmadura daremos vueltas en estos pensamientos durante todo el mes sin concretar nada ni redireccionar lo no realizado. O sea, nos quedaremos en el mismo lugar pero más mareados, más cansados e insatisfechos. Y así comenzaremos un nuevo ciclo con pocas expectativas o muchos pensamientos fantasía.
En cambio, si hemos trabajado en nosotros mismos para tener una personalidad madura, nos ocuparemos de analizar cuál de esos antiguos proyectos elegimos colocar en este presente y en forma automática, sin esperar al 1 de enero del 2016, buscaremos dónde llevarlo a cabo.
¿Saben por qué?
Porque la madurez nos enseña que el tiempo para hacer es siempre «hoy».
Un sujeto adulto dirá: «para qué esperar, para qué retrasar algo pendiente. Si no lo hago debe ser porque alguna emoción, circunstancia o miedo me frena, y de ser así, esto debe ser examinado. De lo contrario, terminará convirtiéndose en una piedra en el camino, que no me impide avanzar pero lentifica mi paso»
Eso es tener conciencia: es no obviar lo que nos sucede, no negarlo sino darle existencia para que mejore.
Se avecinan nuevos tiempos y lo más importante de ellos no es lo que traigan sino lo que haremos con ellos. Empecemos revisando lo pendiente, anotándolo y luego decidiendo cuáles de esas cosas aún nos importan. El resto, sin pena ni gloria, se borra.
No ocupemos espacios preciosos de nuestra vida en fantasear en futuras ejecuciones a las que en este momento no lo damos cabida, si queremos que tengan existencia empecemos por darle entidad ahora. Tampoco perdamos tiempo en pensar y sufrir por lo que no fue, lo que no llegamos a hacer, lo que no nos dejaron desarrollar.
Algunas de las preguntas que podemos hacernos para reflexionar sobre esto, sin necesidad de que cambie el calendario, son:
¿Qué quiero hoy? ¿Qué debo hacer hoy?
¿Con qué cuento?
¿Hacia dónde quiero dirigirme a partir de este preciso momento?
Recordando que lo pasado ya FUE, ya no ES ni SERA. Solo vale este instante.