Hace mucho aprendí que «los ojos son las ventanas del alma» pero en ese tiempo no entendí de qué me hablaban. Hoy puedo decir que la vida me permitió experimentar en varias oportunidades el valor de esa enseñanza.
Años atrás, mientras viajaba en un taxi hasta el centro para buscar unos libros y luego volver rápido a tomar una clase en Plenitud, el coche se paró en un semáforo y una mujer con dos hijos, uno de ellos en brazos se acercó pidiendo dinero. Sigue leyendo