Cuando los seres a través de sus acciones van generando grietas que los separan de sí mismos o de otros, parecidas a las que deja un sismo en el lugar donde se produce, irremediablemente la destrucción y la tristeza vienen detrás.
Las grietas separan, rompen, destruyen… siempre. Nos obligan a ponernos de un lado o de otro, sin la posibilidad de ese espacio compartido.
Parecen inesperadas pero no lo son, si observamos nuestro comportamiento aprenderemos a ver las señales previas a que se produzcan. Ni en la naturaleza ni en la vida del hombre las cosas se dan porque sí, ni de un minuto a otro, lo que sucede es que comúnmente estamos tan ocupados sintiendo, deseando, esperando o generando cosas que nos pasan desapercibidas.
El problema es permanecer así, agrietados, lo cual se refleja en el carácter que queda desbastado al igual que una ciudad después de un terremoto. Sigue leyendo